Lecciones de Colombia: el camino por delante de Sudáfrica «no es fácil»

He ensayado mi historia innumerables veces hace unos 13 años, cuando asistí a una conferencia de inversión en California y conocí al ex presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez. El significado del discurso de apertura de Álvaro es tan importante para mí hoy como lo fue entonces, especialmente a la luz de la noticia de que Sudáfrica será gobernada por un gobierno de unidad nacional el 14 de junio.

Después de décadas de impotencia económica y política, se nos ha dado una nueva oportunidad de restablecer nuestra visión y convertirnos en la nación que con tanto entusiasmo abrazamos en 1994. Excepto que esta vez no existía ningún Nelson Mandela que nos llevara al resto de nosotros a los tribunales. El mundo, nuestra economía está en ruinas, nuestras instituciones gubernamentales están en mal estado. Sin duda, es posible lograr un cambio de rumbo, pero requerirá una nueva mentalidad, trabajo duro y un liderazgo comprometido.

En noviembre de 2011, me invitaron a hablar en una conferencia de inversión organizada por un grupo minero canadiense en Monarch Beach, California. Volé a una suite en el hotel St. Regis, amigable para las Kardashian, en clase ejecutiva, donde la mayoría de los asistentes eligieron evitar las resacas de tequila de las festividades de la noche anterior.

Antes de que comenzara la conferencia, un hombre perdido y afligido que deambulaba por el patio me invitó a unirme a él en su mesa de desayuno. Extendí mi mano a modo de saludo y me presenté como “Soy David Shapiro de Chasfin en Johannesburgo”.

«Soy Álvaro Uribe», sonrió, estrechándome la mano. «Entonces, ¿qué estás haciendo, Álvaro?» Yo consulté.

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Vélez fue presidente de Colombia de 2002 a 2010. Colombia es el tercer país de habla hispana del mundo, después de México y España, con una población de 52 millones. Su producción económica en 2011 estuvo a la par de la de Sudáfrica.

En el discurso inaugural, reconoció que desde la independencia del país de España en 1810, su independencia se ha visto socavada por asesinatos, ataques terroristas y disturbios civiles. En los 200 años de historia de Colombia, sólo 47 personas han vivido en paz. Hasta que asumió el cargo, Vélez no podía recordar un año en su vida sin violencia y disturbios, perpetrados por grupos promarxistas de izquierda o paramilitares vinculados a narcotraficantes de derecha.

Niveles inaceptablemente altos de criminalidad y corrupción han destruido la confianza en Colombia, ahuyentado a los inversionistas, aumentado el desempleo y expulsado a las habilidades. En 2002, Colombia parecía muy familiar a lo que era Sudáfrica en 2010, y lo sigue siendo hoy: un país con poca confianza, desgastado por el crimen y la corrupción y frustrado por la falta de inversión, empleos y administradores competentes.

Durante los ocho años de mandato de Vélez, trabajó incansable y valientemente con gran éxito frente a muchos de los problemas que aquejaban a su país. Tres aspectos de su presentación me llamaron la atención y son inherentes a nuestro intento de reconstruir nuestra fe en el futuro de Sudáfrica.

Cuando habló con los estudiantes por primera vez, preguntó a la clase cuántos querían salir del país. Todos en la audiencia levantaron la mano. Se dio cuenta de que sin paz y seguridad no puede haber desarrollo. Nadie invierte en un país en el que no quiere vivir. Sin habilidades y recursos financieros, el gobierno no puede mejorar el bienestar del país.

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El segundo aspecto de su estrategia destinada a restaurar la confianza de la gente fue la creencia de que todos los ciudadanos deberían participar en el proceso de toma de decisiones de la administración y, en consecuencia, creó agencias en cada región para el diálogo, el intercambio de ideas y las discusiones políticas. Las audiencias que instituyó fueron abiertas y televisadas por la televisión pública. Su «estado social» era un gobierno participativo sin división entre izquierda y derecha, sin inclinación hacia el liberalismo, el socialismo o la burocracia. No hay promesas sin soluciones.

El tercer aspecto de su plan es abordar las oficinas gubernamentales infladas. Vélez creía que mientras más burocracia había, más pobre era el país. Reorganizó más de 400 departamentos gubernamentales, recortó salarios y mejoró la eficiencia, al tiempo que redujo en un tercio el número de vehículos motorizados oficiales.

Desafortunadamente, el espacio no me permite profundizar en sus principios y su implementación. La delincuencia disminuyó, el apoyo del FMI y el Banco Mundial aumentó, la participación privada en la economía creció, las exportaciones se cuadriplicaron y los cultivos ilegales se redujeron. Los esfuerzos de Vélez no escaparon al resto del mundo. En 2009, recibió la Medalla Presidencial de la Libertad de los Estados Unidos, la más alta condecoración civil del país, por su trabajo para mejorar las vidas de sus ciudadanos.

Todo esto tuvo un precio. Se produjeron diecisiete atentados contra su vida, se bombardearon ciudades y se mató a senadores, jueces y otros funcionarios.

Sudáfrica está llena de esperanzas y expectativas en este momento. Sin embargo, tras años de mala gestión, no hay un camino fácil a seguir y los inversores lo saben. Incluso hoy, Colombia no es el paraíso que Álvaro pensó que sería. Si queremos prosperar, nos corresponde a cada uno de nosotros demostrar al resto del mundo que estamos en el camino hacia la recuperación. Comienza por hacer de Sudáfrica un país donde queramos vivir, trabajar y criar a nuestros hijos.

  • David Shapiro es corredor de bolsa senior, comentarista de mercado y estratega jefe de acciones globales de Chasfin Wealth.

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